Cada instante te ensueño como mis brazos desean rodearte
como si fueran ramales deseosos de quemarse
con tu fuego incandescente de llama encendida constante.
Como presiento el calor sublime que en mi ser se expande
tanta llenanza entre mis sentimientos deliriosos y gratificantes
deseoso de sueño mortuorios para divisar todos tus surcos al ensoñarte.
Y despertarme bajo el flujo del alba con el astro sol susurrándome:
Queda poco, el tiempo transcurre su curso y llegará el momento de hiedrarte,
inúndate de su lucero centellante y mírate hacia dentro su latir constante.
Atrás quedaron los días donde llorar las nubes escuchaba
empapaban mi catedral con las lágrimas tan símiles al deseo de ti que me empujaban,
y todo mi ser, entre aceras y cristales, las gotas, como bendita agua, me abrasaban,
recorriendo cada surco de mi cuerpo, tatuando el sentir de, ya, hiedrarme a tu alma.
Sentí la fuerza inconmensurable del ardor deseo por ti
sublime es tu alma, abarcando el todo de mí,
como éste calor va abrasando al segundero
transformando el paso de sus segundos en secas ramas.
Inquisitorial es desear nostra mutua invocación a través del transcurrir del tiempo
haciéndome desangrar como un caminar descalzo en la senda del segundero paso,
levito de ganas de descender de mi cielo para cobijarte inmenso entre mis alas,
acariciarte con mis manos cada surco tuyo de mármol blanco
hiedrar mis huesudas manos entre tu carbornizado pelo y enredarlo
de sensaciones elevadas que me hacen sentirme tan inmortal como inmaculado.
No deseo que surga el despertar del sueño mortuorio para seguir ensoñandote
sólo abrirlos en el crepúsculo del momento con mis iriscentes ojos divisarte,
en el crepúsculo del momento para que mis alas te alcen hacia nuestro levitar constante,
en el crepúsculo del momento donde nostro umbilical latir es unísono al coro melódico de los Arcángeles,
en el crepúsculo del momento que arrodillará en la pausa congelada al Primigenio del tiempo y sus pasos elementales.
En el crepúsculo del momento donde caerán rendidos nuestros cuerpos
entre el vaho impregnado del deseo que mece entre nuestro sentir eterno,
bañándonos de besos sofocantes, músculos tensos de latidos constantes,
sabor absoluto impregnado en nuestros paladares,
transformando el anhelo de nuestros jadeos entre nuestras respiraciones expirantes,
como aire de exaltación al unísono de nuestras palpitaciones umbilicales
e inciensas fragancias de único sentir en nostros momentos primordiales.
¡Oh si será el crepúsculo del momento disipará la niebla de la deseada espera,
mostrando nuestra esencia entre la fragancia de nostra realidad verdadera!.
El crepúsculo del momento, de nuestro momento,
es el umbilical deseo de intensidad adviento
que susurra en la atmósfera de nuestro cielo...
el eco de nostro puro y absoluto sentimiento.