En el suspiro donde muere el día
palpita mi corazón con la ansiedad de tu cercanía
entrecierro mis iriscentes ojos y, con mi umbilical corazón,
siento tus huesudas manos hiedrándose entre las mías.
Noto como mi sangre fluye tan hirviente entre tus latidos
al unísono de mi respiración bajo el sabor de tu aliento que expiro
te diviso dentro de mí, tal como me miro en el espejo
cada surco de tu faz centellante es mi inmortal reflejo.
Me inundas de balsa tranquilidad tu centellante mirada
tus infinitos brazos a mi ser cobijas
inundándome de tu calor en vaho transformado
empapando de súbito deseo el plumaje de mis alas.
La constancia de sentirte no hace tu ausencia ser grito del lamento,
sino bien al contrario, la fuerza de amarte desde mis profundos adentros.
Que sublime es el tatuaje de este, tan diario y nocturno, momento
antes de ensoñarte en mis sueños mortuorios y eternos,
reconquistan las sensaciones serpenteando en cada surco de mi cuerpo
el cosquilleo sublime que flagelan desde mi espina dorsal
entrecerrando mis ojos por el dolor que se transforma en elevación colosal,
sintiéndote inconmensurablemente en todo mi interior,
donde la llama nunca se extingue y la avivas cada noche con ardor.
Y sigo divisándote dentro de mí, como mi mirada en el espejo
lleno de armonía y fuerza como inmortal reflejo.
Bien sabes que eres la luz que me resucitaste de la muerte
bajo la inmortalidad ensoñada que me regalas constante en mi vida.
En el suspiro donde muere el día
es el colosal momento del absoluto levitar,
oyéndote con susurrantes frases tan, en mi, vivas y sentidas,
inundando nuestra atmósfera de locura invadida,
rozada por el murmullo de nuestro fluir absoluto
donde tan umbilical sentimos el amor infinito.